Por Ana Tristán – 04/10/2020
El fracaso escolar sigue siendo una de las asignaturas hueso del sistema educativo español. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, en 2019, España tuvo una tasa de abandono escolar de un 21,4% en hombres y un 13% en mujeres.
La solución a esta situación pasa por estudiar cómo podemos mejorar el sistema; y sobre este tema hemos hablado con Francisco Cuadrado, profesor del departamento de Educación y Comunicación de la Universidad de Loyola. Él es el investigador principal del único equipo de España que ha participado en el proyecto Learning to Be, en el que han colaborado siete países europeos.
¿Cuál es el objetivo del proyecto Learning to Be?
“Se han desarrollado una serie de herramientas que sirven para que los profesores puedan identificar, trabajar y, sobre todo, evaluar correctamente las competencias socioemocionales. Es un programa no tanto de investigación como de intervención. Este tipo de proyectos están destinados a elevar a políticas educativas los hallazgos o el trabajo que se haga”.
¿En qué consisten estas competencias socioemocionales?
“Básicamente podríamos definir que la educación socioemocional se centra en el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales. Permite adquirir y aplicar efectivamente los conocimientos, las actitudes y las habilidades necesarias para reconocer y gestionar las emociones. Se desarrolla el afecto y la preocupación por los demás; ayudamos a tomar decisiones responsables; se establecen relaciones positivas; y se es capaz de manejar situaciones difíciles de forma competente”.
¿Ayudaría la enseñanza de estas competencias a reducir el índice de fracaso escolar?
“Entendemos que bajaría la tasa de abandono escolar; porque una de las causas de abandono escolar es esa barrera que supone el que en muchos casos no se puedan analizar o trabajar las circunstancias particulares de cada niño. Se trabaja desde lo académico, desde el contenido que el profesor tiene que impartir al niño, que es lo que va a evaluar y que es por lo que le van a evaluar en los informes PISA. Muchas veces se va a producir el rechazo si el punto de partida son esos contenidos. En cambio, si partimos de las necesidades del niño, entendemos que se reducirá la tasa de abandono.
No lo solucionará definitivamente, porque el problema es más complejo de lo que puede abarcar la educación emocional; pero creemos que sí que puede reducir ese índice de abandono escolar; sobre todo, porque hay algo de lo que no debemos olvidarnos, y es que la educación, especialmente la primaria, debe favorecer el desarrollo integral del niño”.
¿Se tiene en cuenta este aspecto del desarrollo en nuestro sistema educativo?
“Hemos visto que, a pesar de que la competencia socioemocional está en muchos planes de estudio, que está en la ley de educación y está contemplado que se debe trabajar y se debe educar en la gestión de las emociones, la realidad es que todavía hay mucho trabajo por hacer.
El docente no tiene una formación buena en la educación, en la gestión y la evaluación de esas competencias; y no las tiene no porque no quiera tenerlas. La respuesta que hemos tenido ha sido muy positiva por parte de todos los docentes y todos los equipos educativos. Están deseando poder tener esa formación, esas herramientas, para poder después trabajar de manera efectiva en el aula”.
Comparados con otros países europeos, ¿cuál es la situación de España en este asunto?
“No estamos mal. Es cierto que se han desarrollado bastantes programas de intervención en inteligencia emocional. ¿Cuál es el problema? La educación socioemocional se está trabajando a partir de eso, de programas que están condicionados por la duración de un proyecto. Por tanto, es muy difícil sostenerlos”.
¿Qué cree que sería necesario para que las competencias socioemocionales entraran de manera efectiva en el sistema educativo?
“Hemos tenido varios encuentros con profesores de todos los colegios que han participado en el programa en España y otros países; y la conclusión a la que llegan todos es que: por un lado, necesitan formación en estas competencias y, por otro, un reconocimiento vinculado a que esto se incluya en la evaluación; porque parece que aquello que no se evalúa, no existe”.
Por último, nos gustaría hablar de algo más personal. ¿Qué es Música y Talento?
“Fue un proyecto que cerramos hace tres años. Era una escuela en la que los niños venían a jugar a la música. Sin embargo, lo que hacíamos no era enseñar música, sino trabajar las competencias socioemocionales; aunque también las lingüísticas, matemáticas… Trabajábamos basándonos en el el paradigma de las inteligencias múltiples.
La escuela no estaba ni expresamente diseñada para niños con problemas de integración, ni los excluía expresamente. La mayoría de niños venían del Colegio Santa Ana de Sevilla, que era donde desarrollábamos la actividad, y que se caracteriza por tener un gran porcentaje de alumnado multicultural. También teníamos niños con necesidades especiales, con síndrome de Down, autismo, TDAH… que estaban perfectamente integrados en el aula. No había actividades especiales para ellos. Con ellos se trabajaba lo que cada uno necesitaba”.
¿Cómo surgió este proyecto?
“Esta iniciativa no tuvo ningún respaldo económico, fue algo propio, un proyecto que creía que iba a funcionar. Y estuvo funcionando durante cuatro años, pero no sé si algún día podremos volver a retomarlo. Tuvo el formato de escuela de actividades extraescolares, pero no era una actividad extraescolar al uso; realmente había mucho más detrás.
En esos cuatro años trabajamos con más de doscientos niños y dio muy buenos resultados. De hecho, me sigo encontrando con niños que pasaron por Música y Talento, y me cuentan que algunos han continuado estudiando música, que otros no, otros se han dedicado a la danza, al teatro…; o simplemente los padres te dicen: mira, no ha continuado los estudios, pero hemos notado que esto realmente tuvo un impacto”.