Por Sara Macarro – 15/04/2021

Itahisa Pérez-Pérez es una pedagoga especializada en educación social y animación sociocultural. En 2006 comenzó su trabajo en la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla y tras 11 años allí regresa en 2020 a Tenerife con una plaza en la Facultad de Educación de la Universidad de La Laguna, donde comenzó este camino pedagógico y educativo. Además, es CEO en educoEMOCIÓN, un proyecto socioeducativo que trabaja desde y para la educación emocional. Esta profesional nos va a hablar del maravilloso e importante mundo de la educación, en esta entrevista haremos especial hincapié en inteligencia emocional.

¿Por qué diría usted que es importante la educación para la sociedad?

La educación es el motor de un país, es uno de los pilares fundamentales para una sociedad desarrollada junto con la salud. Lamentablemente, son dos ámbitos donde parece que siempre hay que estar reclamando y recordando lo importante que son. Si hay que recordarlo, es porque no se reconoce. En la educación queda mucho, muchísimo camino por recorrer. Si cada vez que comienza a gobernar un partido político entre las primeras tareas que se plantean es cambiar la ley de educación… creo que no lo estamos haciendo bien. Y no me refiero a los profesionales educativos, docentes mayoritariamente – que por supuesto tenemos mucho que aprender y mejorar –, sino a la ciudadanía y nuestros y nuestras representantes políticos. Porque en muchísimas ocasiones, no ha transcurrido el tiempo necesario para comprobar los resultados educativos de una ley, cuando ya se está aprobando otra. Entonces yo me pregunto ¿se cambia la ley por la mejora de la educación?, ¿en beneficio del alumnado y futuros profesionales?, ¿pensando en el bien común? o ¿es una cuestión partidista? En mi opinión, haría falta un Pacto por la Educación, donde lo verdaderamente importante sea la educación en sí misma, el desarrollo de la persona, la formación de profesionales para la sociedad actual y del futuro, independientemente de qué partido o color esté en el poder. Y, por supuesto, dar valor a los profesionales educativos en sus diferentes etapas y ámbitos educativos porque hay sectores realmente dañados y poco valorados. La educación no es solo el sistema educativo, sino que es el todo. Esta es formal y no formal, reglada y no reglada. La educación son los valores, los principios que nos mueven y rigen nuestra conducta. La educación está presente en todas las profesiones, en todas las personas, en todos los ámbitos y sectores.

“Si la educación no está valorada, es imposible que se valore la labor docente…”

¿Considera que la labor del docente está lo suficientemente valorada y reconocida en nuestra sociedad?

Rotundamente no, aunque con matices. Si la educación no está valorada, es imposible que se valore la labor docente. En 2019 el Informe Young Business Talents: la visión del profesor, donde participaron unos 540 docentes de secundaria, bachillerato y formación profesional, publicó que entorno al 70% de este profesorado, consideraba que el papel docente no estaba socialmente valorado. Hay diferencias sobre todo en las condiciones laborales, formas de ingreso y salario entre estas etapas, pero si comparamos con primaria y universidad, el panorama puede ser desolador. En cuanto al ingreso o estabilización, básicamente un maestro o maestra una vez termine el Grado y se prepare unas oposiciones, directamente pasa al funcionariado. Básicamente se le exige aprobar un examen teórico y una programación didáctica. Una docente universitaria, una vez que termina el Grado, debe hacer un máster “oficial” para, a continuación, realizar su Tesis Doctoral. Cuando defienda la tesis, deberá publicar e investigar y cuando consiga determinados méritos, empieza la segunda carrera, la acreditación. Primero de Ayudante Doctor, después de Contratado Doctor y, cuando tenga los artículos suficientes, podrá solicitar la acreditación de Titular. Si la agencia, empresa externa a la universidad, considera su currículum adecuado y cumple el mínimo de criterios que ellos han determinado, le dan el ok para que solicite a su universidad que convoque una oferta pública para Titular de Universidad. Si pasas ese Tribunal, entonces es funcionaria. Cuando yo comencé esta carrera docente, era consciente ya del arduo camino, porque lo estaba viviendo con el resto de mis compañeras y compañeros, pero cada paso que daba y cada reto conseguido, era más crítica con las grandes diferencias que existen en las diferentes etapas educativas y la escasa visibilidad y dignificación de esta profesión. Creo que no están equiparados los salarios ni las condiciones de trabajo en cuanto a acceso y estabilidad y la universidad es la gran perjudicada y, me atrevería a decir, que casi la menos valorada.

Hay grandes diferencias entre la teoría y la práctica. Es políticamente correcto “decir” que se valora el trabajo docente, porque en la práctica está cuestionada y criticada continuamente, en ocasiones sin conocimiento y casi sin argumentos. Si analizamos las problemáticas o conflictos sociales, en su mayoría la solución pasa, a nivel social, por más educación. Si aumentan los accidentes de tráfico, se necesita más educación vial; si aumenta el consumo de sustancias adictivas o ilegales, se necesita más educación para la salud; si persisten o aumentan los casos de violencia de género, es necesaria la educación en igualdad y perspectiva de género; si hay conflictos raciales o bélicos, se necesita educación intercultural o para la paz…y así podríamos seguir sumando y sumando. Pero ¿quién invierte en educación? Y me refiero desde los dirigentes políticos, o direcciones institucionales, entidades públicas y privadas, y ciudadanía en general. Durante los últimos años, cada vez escucho más eso de “¿ese curso es gratis?” o “estoy buscando máster sobre x temática que sean gratis” y si cuentan para las oposiciones mejor. Pero alguien se plantea ¿conseguir un coche gratis?, ¿tener un móvil gratis?, ¿comer en un restaurante gratis?, ¿comprar en el supermercado gratis? Aunque partimos de la base que la enseñanza reglada, como primera necesidad, debe ser gratuita, hay que darle valor a esa enseñanza, la labor docente, las horas de planificación, de revisión, de evaluación, de mejoras, de investigación, de transferencia, de gestión…

“…la inteligencia emocional es la capacidad de las personas para reconocer sus emociones y las de las demás personas, gestionar sus emociones y establecer relaciones saludables…”

¿Qué es la inteligencia emocional y dónde reside su valor?

El valor de la inteligencia emocional reside en la educación emocional. Somos seres emocionales y racionales, es imposible separar emoción y razón. Detrás de nuestras acciones y de cualquier proceso mental, están las emociones. Detrás de un proceso mental, hay un componente emocional. Al igual que se trabaja, fomenta y desarrolla la parte intelectual, racional, debemos trabajar y entrenar la parte emocional. La primera prácticamente no se ha cuestionado, porque nos han educado y nos han instruido en que eso es lo importante para desarrollarnos y prosperar. En los últimos años ha tenido más auge la inteligencia emocional porque se ha comprobado que las capacidades intelectuales no te garantizan el éxito, el triunfo, pero, ni siquiera, la felicidad. En mis formaciones yo pongo siempre muchos ejemplos. Y se puede ver en algo tan sencillo como la cantidad de personas que viven infelices o descontentos, apáticos, buscando continuamente algo que les alegre, les motive, les satisfaga. Muchas de estas personas pueden tener sus carreras, o sus estudios, su profesión, su trabajo, en ocasiones trabajo estable, tienen su familia, su pareja, sus hijos, viajan incluso, veranean en la playa o en el campo, pero hay algo que les sigue faltando. Eso que les falta tiene que ver con la educación emocional, con su bienestar, su autoestima, sus relaciones interpersonales. Y ¿por qué nos cuesta identificarlo? Porque no nos la han enseñado. Explicado muy brevemente, la inteligencia emocional es la capacidad de las personas para reconocer sus emociones y las de las demás personas, gestionar sus emociones y establecer relaciones saludables con las demás. La educación emocional, por tanto, es el proceso educativo que pretende potenciar el desarrollo de las capacidades emocionales. Y en la educación, falta mucha educación emocional y mucha inteligencia emocional.

¿Qué papel juega la inteligencia emocional en nuestras relaciones interpersonales?

Si no me conozco, no soy capaz de saber cómo funciono, cómo me presento a los demás, qué situaciones me pueden tensionar, porqué o de dónde viene esa tensión, bloqueos que pueda tener, etc. Si no sé qué siento en este determinado momento, no sabré gestionar eso que siento. Tengo que ponerle nombre a cómo me siento, porque no me siento bien o mal, me siento cansada, contenta, triste, melancólica, satisfecha, ilusionada, eufórica, pesimista, confortable… Si me reconozco en este momento triste, voy a buscar qué puedo hacer para minimizar esa tristeza y voy a intentar que esa tristeza no provoque acritud a la hora de relacionarme con mi entorno. Esto no es fácil, no somos máquinas que programamos para actuar de manera automatizada. Soy una persona emocional, que piensa y siente, con otra u otras personas emocionales que sienten y piensan, en un ambiente que se olvida muchas veces de lo que sentimos y sólo piensan en lo que necesitan para conseguir sus objetivos. Es decir, vivimos en un sistema que, en ocasiones, se aleja de la inteligencia emocional sin darse cuenta que invertir en educación emocional es uno de los mayores beneficios que puede tener, ya que se ha demostrado que personas satisfechas, contentas, felices, seguras, rendirán más en el entorno laboral, escolar y también se creará un clima más agradable en el ámbito familiar. Es clave que yo me conozca para que pueda establecer relaciones interpersonales sanas y saludables. Si todas las personas nos conociésemos un poquito más y mejor, tendríamos relaciones más confortables y fructíferas.

“Ser competente emocionalmente es tener conciencia de sus emociones, comprender las ajenas, regular las nuestras, tener conciencia de la relación entre pensamiento y cognición y cómo nos influyen nuestras creencias o bloqueos que podamos tener…”

¿Es la inteligencia emocional una herramienta para el educador?

Más bien sería la educación emocional una herramienta para el educador, entendido como ese proceso educativo que desarrolla las competencias emocionales. Considero que el sistema educativo tendría que incorporar la educación emocional como asignatura específica, hasta que lleguemos a formarnos todas las personas y, quizás, en un futuro lejano, se pueda suprimir porque ya la tengas interiorizada, o implantarla de manera transversal, como los valores, que no se enseñan y no sabemos reconocerlos, esto daría para otra entrevista. De momento, si no se le da un lugar específico, veo muy complicado que los profesionales de cualquier sector se formen. Y en esos profesionales está el educador o docente. Es una herramienta para la labor docente, pero soy de las defensoras de que para impartir educación emocional hay que pasar por un proceso de educación emocional, autoconocimiento e introspección, porque si no, lo que hacemos es reproducir un recetario de actividades o principios que no tendremos interiorizados y, por tanto, no lo vamos a saber transmitir. Conozco a diversos profesionales que imparten formación en inteligencia emocional y tienen una escasa o nula competencia emocional. ¿Que no somos máquinas y que tenemos que seguir entrenando? Sí, porque como decía Goleman “dominar el mundo emocional es especialmente difícil porque estas habilidades deben ejercitarse en aquellos momentos en que las personas se encuentran en peores condiciones para asimilar información y aprender hábitos de respuesta nuevos, es decir, cuando tienen problemas”. Por eso es tan complejo y requiere un entrenamiento continuo. Pero claro, las personas que incluso en los momentos tranquilos, sin problemas, sosegados, tienen escasa competencia emocional, ¿qué podemos esperar de los momentos más complicados? Ser competente emocionalmente es tener conciencia de sus emociones, comprender las ajenas, regular las nuestras, tener conciencia de la relación entre pensamiento y cognición y cómo nos influyen nuestras creencias o bloqueos que podamos tener, la autoestima, la actitud positiva, la resiliencia, la responsabilidad, la asertividad, el respeto, la comunicación expresiva, la resolución de conflictos, la toma de decisiones…

¿Qué es la gestión emocional y dónde reside su importancia?

La gestión emocional es un término con el que me siento muy identificada porque considero que se trata precisamente de hacer las gestiones necesarias, es decir, las operaciones, las acciones, para conseguir o resolver una determinada situación, emocional en este caso. Su importancia reside en que sin ella no seríamos personas emocionalmente inteligentes. La gestión emocional es la capacidad que tienen las personas de manejar o regular sus emociones y es la base para lograr un desarrollo pleno y unas relaciones interpersonales satisfactorias, como ya dije antes, otro término que me gusta mucho, unas relaciones sanas y saludables. Hay personas que tienen una capacidad innata para gestionar sus emociones, aunque no es lo común, pero se puede aprender, por eso solemos hablar de “entrenamiento emocional”. Al igual que entreno los bíceps para aumentar brazos, entreno la mente para desarrollar la inteligencia emocional, porque la mente es un músculo.

“Es complicado y poco eficaz decirle a un estudiante que preste atención en clase si está viviendo una situación complicada…”

En un contexto educativo, ¿qué fórmulas consideras más adecuadas para educar las emociones y, en especial, la gestión de estas?

No creo en fórmulas mágicas, pero sería necesario: formación consciente en educación emocional para la comunidad educativa y especialmente para los docentes antes de aventurarse a enseñarla porque sobre todo se basa en vivirla. Es muy difícil decirle a una persona que gestione su frustración, si yo no sé gestionar la mía. Es complicado y poco eficaz decirle a un estudiante que preste atención en clase si está viviendo una situación complicada en casa que le está generando frustración, tristeza, apatía, rebeldía… Hay que trabajar la autoconciencia, el autoconocimiento y la autoestima, y explicar diversas herramientas de gestión emocional, ejercicios para parar la mente en los momentos de tensión, de semáforo ámbar y evitar así llegar al semáforo rojo. Una práctica muy sencilla para parar la mente, dejar de tener pensamientos negativos, entrar en bucle, eliminar juicios… es cambiar de actividad: levantarte al baño, por ejemplo, siempre digo a mis estudiantes que es lo más socorrido porque, además, nadie te va a preguntar a qué vas. Párate, respira conscientemente, reflexiona, escucha música, baila, ríe, hay acciones muy sencillas que, siendo constantes, pueden ayudarnos a cambiar nuestra vida y depende sólo y exclusivamente de nosotros mismos. Porque eso es lo más bonito y maravilloso de la inteligencia emocional, que no hay excusas, requiere 100% de uno mismo para actuar.

¿Qué problema podría ocasionar una mala gestión de las emociones en niños, niñas y adolescentes y en su desarrollo?

Esta pregunta es muy complicada, básicamente, según mi experiencia y mi formación, una escasa o nula gestión emocional puede acarrear problemas o dificultades en la relación con uno mismo, en las relaciones con las demás personas y en la salud. La no gestión de la frustración y un apego no seguro, por ejemplo, puede generar tiranía o dificultades para establecer vínculos saludables en el futuro. También hay consecuencias en el aprendizaje ya que difícilmente un niño o niña que no sabe calmarse, con alto nivel de frustración, con fuerte temperamento o dificultades para afrontar las situaciones adversas, no va a tener la capacidad para concentrarse en su proceso de aprendizaje. Casos de violencia bullying, violencia filioparental o violencia de género, por ejemplo, están estrechamente vinculados con una baja inteligencia emocional. Pero también tiene consecuencias en nuestra salud. Por ejemplo, el miedo está estrechamente vinculado con la ansiedad, o la tristeza con la depresión. Estar sometidos a estados emocionales intensos pueden provocar cambios en nuestra conducta que nos puede ocasionar el abandono de hábitos saludables como la alimentación equilibrada, abandono del ejercicio o vigorexia, inicio o aumento de consumo de sustancias o adicciones, etc. Pero, si esas reacciones se mantienen en el tiempo, se pueden cronificar hacia enfermedades cardiovasculares, infecciosas o inmunológicas.

Por último, ¿puede la educación favorecer la cohesión social?

Sin duda alguna. La educación “es el vestido de gala para asistir a la fiesta de la vida”. Está en cada una de nuestras acciones, de nuestros comportamientos y en todos los contextos y ámbitos de actuación. La cohesión social se trabaja en diferentes ámbitos. Desde mi especialización, la pedagogía social lo desarrolla a través de diversos métodos o metodologías como es por ejemplo la animación sociocultural, que persigue la participación de la comunidad en su propio desarrollo y esto pasa por la cohesión social. La cohesión social es fundamental para lograr el tan ansiado desarrollo comunitario. Desde Europa se vienen destinando fondos para investigar estrategias pedagógicas que fomenten la cohesión social porque eso significa reducir o eliminar las desigualdades, por ejemplo, o lograr la tan ansiada inclusión. Y las desigualdades están relacionadas con la pobreza, con la exclusión social y con el mercado laboral, con la economía y con el desarrollo. Porque la cohesión social es la capacidad o el grado de consenso de la ciudadanía. Es el sentimiento de pertenencia a un proyecto común – el bien común –, es asegurar el bienestar de todos sus miembros. Y, para ello, necesitamos de mucha educación y mucha conciencia.

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