Por Nerea Marín – 21/05/2017
En ese entorno creció Sergio Morilla Gil, quien años más tarde se incorporaría al ejercicio de la terapia asistida con animales (TAA), aportando un granito más de arena al trabajo que habían iniciado su padre y su hermana. Para este educador social, Julia fue toda una pionera y heroína de cuatro patas y, con ella, aprendió “el gran valor que tenía este recurso terapéutico y educativo”, recalca argumentando que, “ayudó a muchísimos niños y niñas de todas las etapas de desarrollo a superar una gran variedad de dificultades y necesidades físicas, psicológicas, sociales y educativas y, con ello, también a sus familias”.
Gracias al trabajo que iniciaron junto con Julia, se desembocaron otros proyectos más complejos con otros profesionales y perros de la misma raza. Actualmente, la familia Morilla trabaja con Gota y Kela, dos perras “muy inteligentes y con una tremenda capacidad de vínculo emocional con los seres humanos”, afirma Sergio, quien siente que “mis perros son uno más de la familia, pero también compañeros de trabajo”.
No cabe duda de que, gracias a que creció con Julia, aprendió “las grandes cualidades que tenía la raza a la que pertenecía, el perro de agua español” y, pese a su edad, tiene bastante experiencia, gracias a su trabajo como voluntario en el Colectivo de Educadores y Educadoras en Barrio Arrabal (C.E.E.B.A.), y en IntegradoGs, formado por profesionales, que trabajan con perros adiestrados como recurso terapéutico y educativo.
Asimismo, este educador social, ha presentado diversas ponencias a nivel nacional e internacional y uno de los temas que más ha abordado es la Terapia y la Educación Asistida con Animales, ejemplo de ello es su actuación en CIMIE 15 y en el Observatorio de Educación del Caribe Colombiano. Por eso, para él la Zooterapia no sólo es aprovechar las ventajas de los animales para tratar los casos de enfermedades de cualquier tipo; sino que también es “es el vínculo formado entre un animal y una persona, que partiendo del bienestar de ambos, busca generar beneficios emocionales, sociales, educacionales, físicos y psicológicos en la persona”, opina Sergio Morilla.
Los animales nos unen son un punto en común y para demostrarlo Sergio propone un experimento social: “Vayamos a un parque los dos; yo con uno de mis perros y tú sin perro”. El educador social explica que, estando ambos en el mismo lugar, él hablaría con más desconocidos. Ello se debe a que cuando una persona ve a un animal cerca, su grado de confianza aumenta y sus niveles de agresividad bajan, mostrándose cariñoso y amistoso. Por eso, según Morilla, “un adolescente se va a abrir más a hablar y a compartir con su familia o con los profesionales, porque van a tener en común ese animal en el que se apoya”. Es más, “los temores que poseen se van desvaneciendo conforme va aumentando la confianzaen sí mismos y se estrecha las relaciones familiares y profesionales”, añade.
Riesgo de exclusión social, prejuicios, estereotipos, machismo o bullying. Distintos son los obstáculos que pueden aparecer en la adolescencia y “a veces no necesitamos o queremos hablar del tema, solo una mano amiga que nos acompañe y nos apoye sin críticas ni preguntas”, considera Sergio Morilla. Desde su perspectiva, el educador social piensa que “para un adolescente con problemas de conducta este tipo de apoyo es esencial, ya que el uso de la zooterapia no es solo un recurso para la modificación de conductas, sino también un apoyo emocional y unpuente de comunicación”.